Antes de hablar de profecías o advertencias, comencemos por el presente: la CBDC. Estas siglas significan Moneda Digital del Banco Central. No es una criptomoneda descentralizada, ni una curiosidad tecnológica. Es un proyecto global, actualmente en fase de estudio y prueba por distintos bancos centrales del mundo, y forma parte de los lineamientos internacionales de modernización digital —incluida la Agenda 2030 de la ONU.
Pero el dinero no es el primer paso. El verdadero inicio es la digitalización de la identidad humana. Sin identidad digital, no hay moneda digital controlable persona por persona.
Ese proceso ya comenzó. Algunos gobiernos ya terminaron sus fases piloto; otros, como México, avanzan aceleradamente. El proyecto de un ID único biométrico, iniciado en la presidencia de Vicente Fox y retomado con fuerza por el gobierno actual, busca registrar a toda la población —incluidos los infantes— bajo un único identificador.
Este es el fundamento del nuevo sistema: identificar primero, controlar después.
Advertencias antiguas para desafíos nuevos
Aunque la tecnología es reciente, las advertencias no lo son. Distintos pensadores, desde tradiciones diversas, anticiparon el mismo patrón: cuando un poder central logra un control total de la vida privada, la libertad comienza a evaporarse.
En Camino de servidumbre, F. A. Hayek describió cómo el intervencionismo estatal —aunque pretenda ser benevolente— tiende a expandirse hasta sofocar la libertad individual. Albert Camus, en El hombre rebelde, mostró cómo las revoluciones pueden terminar justificando sistemas opresivos en nombre de un bien mayor.
La literatura también ha servido como vehículo simbólico para estas advertencias. El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien, Las Crónicas de Narnia de C. S. Lewis, El Señor de las Moscas de William Golding, Rebelión en la granja de George Orwell y La rebelión de Atlas de Ayn Rand exploran formas de manipulación, dominación y pérdida de libertad.
Pero, sin duda, la obra más precisa es 1984 de George Orwell. Aunque escrita antes de nuestra era digital, describe con estremecedora exactitud una vigilancia tecnológica capaz de penetrar hasta la vida interior de las personas. Es una advertencia más vigente hoy que en 1949.
La apocalíptica judeocristiana: metáforas que se vuelven contemporáneas
La tradición judeocristiana también abordó estas inquietudes, aunque en un lenguaje simbólico. Apocalipsis 13, los capítulos proféticos de Daniel, y textos de la apocalíptica judía como El libro de Enoc hablan de sistemas que buscan controlar no solo la fe, sino también la vida cotidiana.
Autores modernos han comprendido ese simbolismo. Tolkien tomó la idea del artefacto único que somete a todos y lo encarnó en el Anillo Único. Aunque lo colocó en un mundo fantástico, su significado es inquietantemente actual: un instrumento centralizado capaz de dominar a todas las voluntades. No es exagerado conectar el concepto del “anillo único” con la idea contemporánea del ID único.
Cuando aquí hablo de profecía, no me refiero a milagros ni supersticiones, sino a la capacidad humana de reconocer patrones históricos y proyectarlos hacia el futuro. Las advertencias de estos autores son predicciones basadas en realidades humanas constantes.
El error de quedarnos solo con el anuncio del desastre
Muchos se quedan con la parte “apocalíptica” del mensaje. Sectores cristianos citan Apocalipsis 13, pero rara vez hablan de Apocalipsis 20 ni del largo proceso de resistencia, lucha y victoria que la narrativa completa describe.
El mensaje —literario, filosófico o religioso— no era solo una advertencia fatalista. Era una llamada a la acción.
Orwell no escribió 1984 para que aceptáramos ese futuro, sino para que lo evitáramos.
Hayek no diagnosticó el camino hacia la servidumbre para que lo recorriéramos resignados, sino para que lo abandonáramos. Lewis, Tolkien y Rand no mostraron mundos en decadencia para que fuéramos espectadores, sino para recordar que la libertad se preserva solo cuando se defiende.
El tiempo de actuar es ahora
No se trata de caer en catastrofismos ni de anunciar un fin del mundo. Se trata de entender que si no actuamos, otros actuarán en nuestro lugar. Y cuando eso ocurre, los sistemas de control crecen mientras la libertad se encoge.
El propósito de estas advertencias —desde las tesis filosóficas hasta las narrativas fantásticas o apocalípticas— es uno solo:
Despertarnos. Llamarnos a resistir. Recordarnos que la libertad no se regala: se ejerce y se defiende.
No basta con reconocer que “esto ya estaba predicho”. La predicción no existe para tranquilizarnos, sino para movilizarnos.
Hoy, más que nunca, necesitamos una resistencia activa. Una defensa consciente y valiente de los espacios de libertad para nosotros, para nuestros hijos y para quienes vendrán después.
El futuro no está escrito. Pero si renunciamos a actuar, otros lo escribirán por nosotros.