Los liberales no podemos solos… y los conservadores tampoco

No hay defensa real de la vida, la familia, la fe o la patria sin libertad; y no hay libertad posible sin un gobierno limitado, propiedad privada y libre mercado. Conservadores y liberales clásicos no debemos de ir separados: somos aliados naturales que nos necesitamos mutuamente para sostener una sociedad verdaderamente libre y moral.

Lucha histórica mal planteada

Desde el siglo XIX, América Latina, y particularmente México, ha estado marcada por una supuesta lucha irreconciliable entre liberales y conservadores, entendidos más como facciones de poder que como visiones filosóficas consistentes.

Tras la Independencia de México, los liberales mexicanos impulsaron ideas de laicismo, república, y limitación del poder de la Iglesia y el ejército, pero muchas veces lo hicieron desde una visión jacobina, importada directamente de Francia, que identificaba la religión y la tradición con el atraso.

Por su parte, los conservadores defendieron la monarquía, el orden, la fe y la tradición, pero lo hicieron aliándose con poderes que frenaban las libertades individuales, como la Inquisición, el absolutismo y estructuras rígidas de privilegio.

Ambos bandos, aunque tenían elementos válidos (los liberales el respeto a la libertad, los conservadores la defensa de la moral y el orden), actuaban como si esos principios fueran mutuamente excluyentes, cuando en realidad son complementarios.

Es decir que, ni los liberales afrancesados eran realmente liberales, ni los conservadores eran realmente conservadores, ambos grupos buscaron impulsar sus agendas desde el poder del Estado.

La Reforma liberal de Benito Juárez (1855-1863) limitó el poder de la Iglesia católica y “modernizó” al Estado. Pero también provocó una ruptura brutal con sectores conservadores que veían esas reformas como un ataque a su identidad, su fe y su forma de vida.

En los años 1920, la Guerra Cristera llevó esa división a un extremo sangriento: el Estado revolucionario defendía una visión “progresista” pero autoritaria, mientras que los cristeros defendían la fe… pero rechazaban al Estado “moderno” por completo.

El resultado: liberales sin moral y conservadores sin libertad. Una separación artificial que debilitó a ambos.

Mientras liberales y conservadores se peleaban entre sí, el verdadero enemigo —el Estado hipertrofiado, clientelar y autoritario— crecía.

Los liberales afrancesados, al alejarse de la moral tradicional, fueron marginados por populismos de izquierda.

Los conservadores, al rechazar principios liberales como la libertad económica o la libertad de conciencia, quedaron atrapados en una nostalgia impotente.

Una oportunidad fusionista

Lo que nunca se consolidó en América Latina fue una coalición liberal-conservadora al estilo de la que existió en Estados Unidos (con los Padres Fundadores) o en algunas partes de Europa: una visión que defiende la libertad con orden moral, o la tradición dentro de un marco de libertad individual y económica.

Esa es la alianza que necesitamos hoy:

  • Conservadores que entiendan que sin libertad económica, religiosa y política, sus valores serán perseguidos o ridiculizados.
  • Liberales clásicos que entiendan que sin familia, religión y patria, la libertad se vuelve individualismo vacío y la sociedad se desmorona.

En América Latina, el error fue pensar que teníamos que elegir entre libertad o moral, entre progreso o tradición. La verdad es que solo una sociedad que combine ambos principios —el orden de lo eterno y la libertad de lo humano— podrá resistir al avance del colectivismo y reconstruir la dignidad de la persona.

Capitalismo + Conservadurismo, ¿Qué significa?

Significa fusionismo, la unión de lo real, de lo auténtico y de lo verdadero, de un ideal moral alcanzable: capitalismo para todos y familias con la libertad para alcanzar sus sueños en su propia tierra.

Solo cuando el liberal clásico se atreve a ir por la libertad completa —económica, política y moral—, y el conservador auténtico defienda la vida sin concesiones y coloque a la familia por encima de cualquier estructura de poder, entonces ambos están listos para jugar en serio y apostar por todas las fichas.